Cómo acabar con el tribalismo
Imagina que vives en una tribu hace una decena de miles de años. Tu comunidad alcanza apenas unas 150 personas. En ese grupo tienes acceso al conocimiento, seguridad y alimentos de todos sus elementos. Cooperas al colectar frutas y verduras, o quizás seas uno de los cazadores o el curandero del grupo. Cualquiera que sea tu papel, tienes tu sentido de pertenencia arraigado y te sientes seguro. A este fuerte sentido de lealtad y pertenencia al grupo se le llama tribalismo.
Pero también sabes que existen tribus rivales. Los líderes de la tuya te explicaron lo terrible que son. Creen en diferentes Dioses, tienen un distinto color de piel, hablan otra lengua, se visten y conducen de manera incomprensible. Si te encuentran te van a aniquilar con una piedra en la cabeza, quizás sean caníbales y se coman tu cuerpo o lo usen para alimentar animales. Son sin duda, una amenaza a tu tribu y su cultura. Al odio y hostilidad a la tribu rival se le llama antagonismo.
Los humanos desarrollamos este sentido de pertenencia tribal y al mismo tiempo un odio y repudio a las tribus rivales. Hoy, en pleno siglo XXI, se trata de instintos prácticamente obsoletos en el sentido de que ya no son útiles para mantenernos con vida pero nos afectan en nuestras emociones diarias. Este tipo de pensamiento grupal puede ser un cáncer si se combina con algoritmos de las redes sociales que refuerzan nuestros sesgos.
Se trata de un sentido de identidad que los humanos anhelamos por razones evolutivas y hoy da pie para discriminar naciones, religiones, razas, sexos, partidos políticos y hasta equipos de fútbol. El sentimiento antagónico es quizás más fuerte que el tribal. Los populistas son especialmente hábiles para entusiasmar a sus seguidores al pensamiento tribal y transmiten el miedo de ser superados por sus antagónicos adversarios. Es por eso que en el mundo de los deportes a menudo los equipos que tienen más seguidores son también los más odiados.
El racismo y nacionalismo son una especie de pensamiento tribal. Y mi opinión es que tenemos que desprendernos de ese instinto. De acuerdo con el Dr. Steven Pinker y el Dr. Robert Wright, existen dos maneras de deshacernos del tribalismo:
- Utilizando la razón y la ciencia. Cada vez que nos topamos con una opinión o un dato que no confirma nuestros sesgos y creencias, nuestra primera reacción es a rechazarla y atacarla. Nuestra reacción debería ser de verificar y analizar la información y determinar si es cierta o no. Lo ideal es preguntarnos si nuestra primera reacción fue emotiva o racional. Es un ejercicio difícil porque va en contra de nuestros instintos pero es necesario en estos tiempos radicalizados. Poco a poco comenzaremos a desprendernos de sesgos cognitivos.
- Practicando la meditación. Aunque suene como una idea muy extraña, lo cierto es que la meditación es un instrumento útil para reducir niveles de estrés, ansiedad y depresión. Se relaciona también con la capacidad de practicar la empatía. Esta práctica en nuestras vidas nos hará más conscientes y entenderemos mejor lo que buscan los demás.
Por cierto, estas dos pequeñas propuestas no requieren de un currículo especial, se pueden implementar ya y agregar a los planes educativos en la primaria y secundaria.
Hoy volvemos a las tribus como un instinto de supervivencia. Pero ese pensamiento lejos de salvarnos, nos está matando. En una era de tribus, mi apuesta es por el individuo, por su capacidad de pensar, razonar, su capacidad de entender y meditar. La respuesta a esta crisis de grupos está en el humanismo, no en el tribalismo.